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LA REVISTA QUE HABLA DE TODO Y DE TODOS Número 12 - Abril 2014

Cuba

madridaustrias.com

       Regreso a casa con un gusto agridulce, al tiempo que fascinada. No tenía ninguna idea preconcebida al partir, sólo pequeñas pinceladas de ese país: un pasado colonial, playas paradisíacas, un futuro incierto, un presente difícil, turismo exótico

       El tiempo se detiene en los cochescubanapuro (aquí llamados "carros") de los 60 que circulan por La Habana mientras la vida bulle entre palacetes coloniales que delatan un pasado glorioso, aunque la pintura desconchada de las fachadas y los edificios derruidos nos devuelven al presente como un jarro de agua fría. Necesitaré tiempo para entenderlo.

       Cuando entras por primera vez en esta ciudad es cierto que huele a azufre por la mala combustión del carburante, siempre pensé que así olía el infierno pero en este caso, días más tarde descubro que este país es un oasis con sus playas blancas de arena de coral, resplandecientes y brillantes y un mar color turquesa que hasta ahora no había visto en otros lugares. ¿Y qué decir de sus valles como el de los Ingenios? Merece la pena subir a la torre de Manaca Iznaga hasta quedarse sin resuello, es una maravilla y observar los dominios de los otrora terratenientes de la caña de azúcar. ¿Y el valle de Viñales? Todavía lo tengo en la retina, sus cafetales, árboles de mangos, cocoteros.una delicia para el paladar y el olor de la hoja del tabaco me produce un placer infinito.

       Entiendo perfectamente porque lloraban los españoles en 1898 al perder una de sus más preciadas colonias y comprendo la España oscura y sombría de principios del s. XX que no asumía el fin del Imperio donde en otro tiempo se decía que nunca se ponía el sol.

       Otra sensación al llegar, el calor ralentizante que merma las fuerzas y la humedad que baja la tensión, aunque la curiosidad me hizo olvidar el clima soporífero.

       Caminamos por las calles de La Habana y nos encontramos con el Capitolio, primo hermano del de Washington aunque más pequeño, el Gran Teatro de La Habana y la plaza de Armas, que es una librería al aire libre aunque casi todo eran consignas comunistas, ¡Señores, nada es perfecto!

       Y por fin el Malecón, el paseo marítimo más idealizado del mundo donde las parejas se dedican carantoñas al atardecer. ¡Y qué atardecer! , con el sol burbujeante entrando en el horizonte y un color rojizo difícil de olvidar, si acercas el oído puedes oír la efervescencia del sol ocultándose en el mar.

       Por la noche nos adentramos en la Fortaleza de la Cabaña, antigua prisión. Tiene una de las vistas privilegiadas de la ciudad pese a la falta de iluminación nocturna. El cañonazo te remonta a épocas pasadas cuando cerraban las compuertas del castillo y la antigua muralla quedaba inexpugnable. Las gentes del extrarradio debían refugiarse en el centro de la ciudad si no querían caer en manos de desaprensivos.

       En la actualidad me sorprende, sin embargo, la seguridad. El turista es intocable, la gente se mueve a lo largo y ancho de la geografía isleña a dedo. Curioso encontrar todo tipo de transporte, carretones tirados por caballos escuálidos, bicicletas, bici-taxis, camiones atestados de personas, guaguas de otra época, camiones americanos con un gran morro, éstos son mis preferidos, autobuses amarillos canadienses.

       Y fuera de La Habana, tenemos Santa Clara, ciudad cómoda por sus calles de trazado ortogonal. Me encanta La Biblioteca, sobre todo revolver libros raros, como un auténtico ratón de biblioteca. Sorprende el techo de la sala de actos, la gran escalera, el mobiliario antiguo de madera de relieve, el "bureau" como llaman aquí a los despachos, los pupitres escolares, el gran espejo y la amabilidad de sus empleadas.

       Y recuerdo mi niñez al contemplar numerosas rejas de forja artesanal en las ventanas, balcones y puertas, de las casas de origen colonial, raro es no encontrar una de estas obras de arte en el enrejado. Recuerdo a mi padre entre fragua y martillo pilón retorciendo el hierro candente y dándole forma de rizos o flores.

       Otra joya, Cienfuegos, la perla sur, por su limpieza y elegancia, el teatro es espectacular y toda la plaza con su iglesia, museo de historia, jardines Fue fundada por los franceses y se aprecia.

       Y no puedo olvidar Trinidad, patrimonio de la Humanidad con sus casas de colores, sus patios, sus calles empedradas, aquí el tiempo en verdad se detiene, un pueblo precioso donde me gustaría vivir, con "La Boca" al lado, donde destacan sus calas llenas de coral y su fondo marino, tengo que perder el miedo a bucear para poder descubrir otro paraíso.

       No puedo dejar pasar los pueblos pequeños como Aguada y Caibarein más humildes, no veo miseria pero sí pobreza y aun así la gente es amable y te ofrece lo poco que tiene, todo un ejemplo para occidente donde reina el "voy a lo mío".

       Seguramente me dejaré imágenes en la memoria, la más importante la dejo para el final, mi eterno agradecimiento a Luis por hacerme ver su tierra natal con sus ojos, jamás podré ver este país así, a pesar de quedar encantada con él. Le doy gracias por compartir sus vivencias, su gente, su casa, su primera escuela , sus experiencias de juventud, sus historias de amor y desamor, sus rincones preferidos eso lo llevo muy dentro del corazón y lo guardo para mí.

       Autora: Carmen Almagro Momblán.
       Corrección de estilo: Amparo Fernández Rodríguez.